Bibliotecas en preescolar: ¿Para qué?

Entre el nacimiento y los seis años ocurre en los seres humanos un acontecimiento único. Su trascendencia, complejidad y belleza no vuelven a alcanzarse. Se trata del espectáculo del lenguaje. Anida, echa raíces y se desarrolla prodigiosa, visiblemente junto con la persona. La primera etapa de la vida es el reino del cuerpo, del juego, la muisca, la palabra hablada. Y aun detrás de la palabra: intenciones, tonos, tiempos, gestos, miradas. Niños y niñas incansables, entregados a la tarea de construirse una versión propia del mundo. para esta labor, toman muchísimo material de las palabras que los adultos les dirigen. Ofrecerles constantemente palabras y formas de usarlas es una tarea central de quienes educan. La biblioteca del aula o del jardín puede ser un lugar privilegiado para explorar distintas maneras de usar el lenguaje. Un espacio para leer, sí. Pero también para escribir, conversar, cantar, contar, grabar, mirar, preguntar, opinar, responder, dibujar, escuchar, discutir, consensar, argumentar, imitar, fotografiar, clasificar, asociar, decidir, enumerar, inventar, construir, narrar, publicar… No solo se trata de libros. Formar lectores hoy significa explorar muchas formas de percibir e interpretar. La biblioteca de aula nutre la curiosidad, la imaginación, la sensibilidad, la necesidad de conocer. No se limita a un programa rígido. Invita a la búsqueda de respuestas en diversas fuentes; hace posible la indagación y la reflexión sobre mundos que poco después podrán ser reconocidos como materias o temas de investigación. (Diez, C. s.f)